Cuando llegue, todavía el camino parecía un autentico río. El agua había arrastrado decenas de vehículos, uno de ellos se había quedado frente a la puerta del taller, a tan solo cinco metros, y un poco más a la derecha, a veinte metros de distancia, junto a la entrada de la huerta del "Pelao", cuatro coches estaban amontonados, unos encima de otros y los que no, con cristales rotos y puertas desvencijadas, totalmente destrozados.
Entrando, pensé que todo estaría anegado, pero no, tan solo tres o cuatro dedos de agua y lodo había entrado en el taller. Ningún material estropeado al estar todo colocado en estanterías. El telar estaba intacto, simplemente mojadas las gruesas patas de madera. En fin... nada que no tuviera remedia con un poco de trabajo y mucha paciencia.
Ya pasada la tormenta y después de varias horas sacando agua y lodo del taller, decidí darme un descanso y acercarme a la zona donde más estragos había causado la riada. Todo el mundo se afanaba por aliviar el agua que había entrado en sus casas, más de 70 viviendas habían perdido la mayor parte de su enseres, en alguna de ellas llego a sobrepasar los dos metros de altura, llevándose por delante todo lo que encontró a su paso. Ropa, muebles, colchones y electrodomésticos arruinados, se apilaban junto al lodo, los troncos y las piedras arrastradas, en las puertas de las casas.
En el parque infantil de la Fuente Vieja encontré una pequeña tórtola "mora" que encaramada a uno de los troncos que había arrastrado el agua, intentaba atusarse el plumaje moviendo sus alas. Inquieta, asustada y nerviosa, movía la cabeza de un lado para el otro, tratando de encontrar con vida a su pareja.
-"¿Que haces..? "-, la pregunte. -"Te has salvado por los pelos"-, -"¿Por los pelos?.. ¡será por las plumas!"-, contestó con cierto enfado, mirándome a los ojos. A pesar de la tragedia, no tuve más remedio que sonreír por su contundente contestación.
El animal, ya con confianza, no paró de contarme, con todo tipo de detalles, lo que le había ocurrido:
-"Empezó sobre las dos y media, cuando dormíamos. Despertamos asustados y nos cobijamos en el puente de la torreta del parque, pero al poco, en la sierra se inició una fuerte tormenta. Aquí seguía lloviendo fuerte, pero arriba muchísimo más, parecía que el cielo se quería romper con tantos truenos y relámpagos-", -"Cuando vimos lo que venia desde Hondonero, y que la avalancha de agua, piedras, troncos y lodo ya empezaban a atorar los puentes, nos subimos a la casetílla de la torre de los juegos del parque, y allí aguantamos la riada."-, -"Cuando empezó a llegar gente, ya casi de día... mi compañero se asustó, todavía empapado salió del cobijo para asomarse, se escurrió y cayó entre el torrente de piedras, troncos y agua, ¡ahora no le encuentro por ninguna parte!"-, -"¡Cotillo!, cotillo!"-. Repitió nerviosa... otra vez me hizo sonreír.
-"Que mala pata..."-, prosiguió con su relato. -"Justo hace un par de días, como todos los años, nos teníamos que haber marchado a nuestro nido en África para pasar el invierno, ya estaba todo preparado, pero escuchamos como varios hombre sentados en los bancos de piedra junto a la fuente, estaban comentando que el pastor del Cortijo Alto, el joven, había dicho que "algo gordo" iba a pasar, que desde Cádiz, venia un fuerte temporal , justo en nuestra ruta, así que decidimos esperar a que todo pasara para emprender el largo viaje-".
El animal seguía nervioso, tiritando y moviendo sus alitas, intentando librarse del agua que empapaba sus plumas, a la vez que con la mirada seguía buscando a su compañero por todo el entorno.
Efectivamente, era cierto lo que me estaba contando la tortolita, el pastor había observado como las cabras de su rebaño estaban muy inquietas, tanto que ni siquiera pudo sacarlas del corral durante los dos días anteriores a al diluvio.
-"¡Menuda nos la habéis liado!"-, me dijo con cierto cabreo. -"¿Yo?"-, la pregunte asombrado. -"No, tu solo no, entre todos, cada cual su parte"-, -"El agua, siempre busca lo suyo, y vosotros parece que no tenéis memoria"-, -"Ya ha pasado más veces y no habéis puesto remedio, al contrario, cada vez peor.. y ten por seguro que volverá a pasar.. antes o despúes, así que ya podéis hacer algo por remediarlo"-, -"¿A ti nadie te ha contado lo de la tormenta del Zapatero?"-, -"No"-, le respondí con curiosidad esperando que me contara la historia. Ella siguió con su relato:- "Mira, yo solo tengo ocho años, pero mi abuelo me contó, que su abuelo le había contado, como hace 60 años hubo una tormenta mucho más grande y no pasó nada, el agua salto los cauces y anegó los campos pero no destruyo ninguna casa. Los "bolos" de piedra, algunos de más de un metro de diámetro siguieron arroyo abajo arrastrados por el torrente. ¿Como serian las piedras que ninguna maquina de las de entonces pudo sacarlas del fondo del lecho del río?. Tuvieron que venir de fuera barreneros que a fuerza de explosiones rompieron las piedras para poderlo hacer"-, -"¿Y no paso nada más?"-, pregunté. -"Bueno... la bodega del "Zapatero", que estaba donde hoy esta el número 21 de la calle Carrera, y porque reventó la "madre vieja" que pasaba por debajo de la casa, incapaz de tragarse todo el agua, solo eso, nada comparado con lo que nos habéis hecho pasar ahora"-
El animal me estaba dando una autentica lección.
-"¿Y cual es la diferencia entre lo que no ocurrió entonces y lo que ha ocurrido ahora?"- volví a preguntar.
-"Fácil... mira a tu alrededor. Las casitas del arroyo no estaban, ahí solo había sauces y eucaliptos, esas son viejas, ya tienen un montón años, pero mira que hacer casas nuevas justo donde se juntan los dos arroyos, ¡eso no se le ocurre ni al que asó la manteca!"- , -"Y otra cosa te voy a decir..... no limpiáis como Dios manda los cauces, están llenos de troncos de árboles muertos esperando tranquilamente que se los lleve el agua para atorar bien atoraitos los puentes, y que el agua se desborde y nos fastidie a todos, a vosotros y a nosotros"-.
Ya casi me estaba poniendo colorado, la tórtola tenia toda la razón y yo no sabia que decir en mi defensa.
-"Más te diré.. he visto centenares de veces a los labradores en las riveras del los arroyos, limpiar de piedras sus campos y amojonarlas junto a los cauces, justo donde el agua se los podría llevar en cuanto lloviera algo, y más aun, llenar los remolques y soltarlas en las mismas barranqueras, buena forma de poder ahorrarse unas perrillas..."-.
-"¿Y de los coches y camiones aparcados en la calle Arroyo, que me dices?"-, -"Seguir llenando la calle de coches y ya verás lo que ocurre la próxima vez... lo mismo que ahora..., el agua arrastrará a los primeros que empujarán a los demás y todos uno detrás de otro, atascarán el puente de la carretera, embalsado el agua y provocando nuevos desbordamientos"-.
De repente, la pequeña tórtola pegó un respingo. Había visto algo. Antes de levantar a duras penas el vuelo , en busca de su compañero volvió la vista hacia mi diciéndome:
-"Solucionarlo hombre.. solucionarlo de una vez por todas"-, -"Y recuerda que el río tiene memoria, siempre volverá a donde antes ya estuvo, y que es suyo... y no vuestro"-.
Y salió volando, perdiéndose entre los árboles del parque.
Esto ocurrió el día 28 de septiembre, a estas alturas ya estarán atortolados en su nido de invierno al otro lado del estrecho.
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